sábado, 18 de enero de 2014

Hemos olvidado todas las formas de ser felices. La felicidad depende de la equidad

     A sus 88 años, el sociólogo Zygmunt Bauman sigue escribiendo, ofreciendo entrevistas, dando conferencias, observando y analizando la realidad social de forma aguda y crítica. En su último título publicado en español, nos lanza una pregunta necesaria en estos tiempos de creciente desigualdad: ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?
     Señala Bauman que "la felicidad no se mide tanto por la riqueza que uno acumula como por su distribución. En una sociedad desigual hay más suicidios, más casos de depresión, más criminalidad, más miedo". Si todos los datos apuntan que en muchos países desarrollados, entre ellos España, está aumentando de forma alarmante la pobreza y la exclusión social, parece claro que nos vemos abocados hacia sociedades cada vez más desiguales e infelices.
     Una sociedad más feliz tendría por fuerza que ser más justa, con un reparto de la riqueza más equitativo. Además, nuestros valores y nuestra cultura tendrían que distar mucho de la ceguera actual. El sociólogo polaco critica con dureza la cultura del consumismo, la equiparación que muchos ciudadanos hacen del consumo con la felicidad. "Consumismo significa que todo en nuestra vida se mide con esos estándares de consumo. En primer lugar el planeta, que es visto como un mero contenedor de potencial explotable. Pero también las relaciones humanas se viven desde el punto de vista de cliente y de objeto de consumo. Mantenemos a nuestro compañero o compañera a nuestro lado mientras nos produce satisfacción, igual que un modelo de teléfono. En una relación entre humanos aplicar este sistema causa muchísimo sufrimiento. Cambiar esta situación exigiría una verdadera revolución cultural. Es normal que queramos ser felices, pero hemos olvidado todas las formas de ser felices. Solo nos queda una, la felicidad de comprar. Cuando uno compra algo que desea se siente feliz, pero es un fenómeno temporal".
     Me parece especialmente sugerente la comparación que hace Bauman de la sociedad actual con la sociedad de Europa oriental en la que pasó su primera juventud, donde a pesar de no tener mucho que comprar, “la gente era bastante feliz. Vivían en comunidades solidarias, con buenos vecinos, que se ayudaban entre sí, cooperaban, y eso les daba seguridad, y, por otro lado, eran artesanos, o gente que en palabras del sociólogo americano Thorstein Veblen tenía ese ‘instinto de la humanidad trabajadora’. La felicidad deriva del trabajo bien hecho. La satisfacción que eso produce es extraordinaria. En nuestra sociedad, en cambio, nos definimos no por lo que hacemos sino por lo que compramos”.
     Una sociedad más decente y feliz que la actual tendría que pasar necesariamente por una mejor distribución de la riqueza, una relación amistosa con el planeta, el apoyo mutuo, el aprendizaje de un trabajo bien hecho y la combinación armónica entre seguridad existencial (servicios públicos) y libertad. (Entrevista completa en El País)