domingo, 7 de julio de 2013

Piotr Kropotkin: una ética no gubernamental

     "Por supuesto, la ética no gubernamental tendrá que hacer frente a las mismas objeciones que una economía no capitalista. Nuestra mente ha sido desnaturalizada por diversos prejuicios sobre la función providencial del gobierno que los planteamientos anarquistas son recibidos con recelo. Nuestra educación, desde la niñez hasta la tumba, nos ha mediatizado para creer en la necesidad de un gobierno y sus efectos benéficos. Se ha creado todo un sistema filosófico que apoya este punto de vista: la historia ha sido redactada bajo esa óptica; las teorías del derecho se difunden y enseñan con el mismo propósito. Toda la política se basa en este principio, y todo político le dice al pueblo que él quiere defenderlo: Entrégueme el poder del gobierno; los liberaré de las penurias de su actual vida. Toda la educación está impregnada con tales enseñanzas. Podemos abrir cualquier libro de sociología, historia, derecho o ética y en todos hallaremos el gobierno, su organización, sus hechos, jugando unpapel tan preeminente que nos hemos acostumbrado a suponer que el Estado y los políticos lo son todo, que no hay nada más allá del gran estadista. La misma doctrina se repite diariamente en la prensa. Todas las columnas están saturadas con resúmenes de los debates parlamentarios y los movimientos realizados por los políticos. Y mientras leemos estas columnas, solemos olvidarnos que al lado de estos pocos hombres, cuya importancia ha sido tan hinchada como para hacer sombra a la humanidad, existe un inmenso grupo de personas, de hecho, toda la humanidad, naciendo y muriendo, viviendo felices o con penas, trabajando y consumiendo, pensando y creando".
Piotr Kropotkin: Anarco-comunismo: sus fundamentos y principios, Tierra de Fuego/La Malatesta editorial, 2010; pp. 60-61.

     Los profesores y profesoras libertarios hemos de remar en la dirección contraria. Sembrar la duda en los niños y adolescentes sobre los efectos benéficos de los gobiernos. Dotarlos de la confianza y sabiduría necesaria para asumir la política de sus vidas (ay, qué acostumbrados están desde pequeños a delegar su poder en otros). Organizar asambleas y debates. Dar y rotar responsabilidades. Prácticar la palabra, la escucha y el silencio.
     Hemos de redactar también una historia diferente a la oficial (urgen libros que acerquen a los adolescentes otra visión del pasado) en la que el papel principal no lo desempeñen estados y estadistas, políticos y debates parlamentarios, sino la humanidad en su conjunto, los hombres y las mujeres de todas las edades, trabajando y consumiendo, pensando y creando.