Francisco Ferrer Guardia no creía posible renovar la escuela oficial, pues pensaba que ésta se encontraba al servicio de los gobiernos y de los capitales. Los unos utilizaban la escuela para desarrollar individuos adaptados completamente al sistema social -que acepten todos los convencionalismos, todas las preocupaciones, todas las mentiras sobre las cuales está fundada la sociedad- y los otros necesitaban crear una fuerza de trabajo acorde a sus necesidades empresariales:
"...los progresos de la ciencia y los multiplicados descubrimientos han revolucionado las condiciones del trabajo y de la producción; ya no es posible que el pueblo permanezca ignorante; se le necesita instruido para que la situación económica de un país se conserve y progrese contra la concurrencia universal. Así reconocido, los gobiernos han querido una organización cada vez más completa de la escuela, no porque esperen por la educación la renovación de la sociedad, sino porque necesitan individuos, obreros, instrumentos de trabajo más perfeccionados para que fructifiquen las empresas industriales y los capitales a ellas dedicados"
Es por ello que el pedagogo libertario catalán apostaba por la creación de nuevas escuelas donde predominara en lo posible un gran espíritu de libertad y una clara vocación emancipadora:
Es por ello que el pedagogo libertario catalán apostaba por la creación de nuevas escuelas donde predominara en lo posible un gran espíritu de libertad y una clara vocación emancipadora:
"No tememos decirlo: queremos hombres capaces de evolucionar incesantemente; capaces de destruir, de renovar constantemente los medios y de renovarse ellos mismos; hombres cuya independencia intelectual sea la fuerza suprema, que no se sujeten jamás a nada; dispuestos siempre a aceptar lo mejor, dichosos por el triunfo de las ideas nuevas y que aspiren a vivir vidas múltiples en una sola vida. La sociedad teme a tales hombres: no puede, pues, esperarse que quiera jamás una educación capaz de producirlos"
[Si tenemos en cuenta que la Escuela Moderna fue una experiencia pionera en el terreno de la coeducación entre los sexos, no estaría de más cambiar en la cita anterior el término hombres por el de seres humanos]
¡Muy interesante este artículo! Al final me ha llamado la atención el uso de la palabra "hombres" en sentido genérico como sinónimo de "seres humanos". Lo cierto es que creo que el uso que hace Ferrer es correcto. La palabra "hombres" viene del latín "homines" que significa ser humano, es decir tanto hombre como mujer. Hoy quedan pocas expresiones en que esto se vea claro, como las del tipo "el hombre es mortal". Claro, se entiende que somos mortales tanto hombres como mujeres. Ése es el sentido etimológico del término y Ferrer lo usa sin los prejuicios que hoy día aplicamos al lenguaje.
ResponderEliminarA veces pienso que la cruzada contra el "lenguaje machista" es una cortina de humo que hace que cambiemos alumnos por alumnado o juez por jueza para así distraernos de la esencia de la coeducación: el respeto y aprecio por igual a todos los seres humanos seamos hombres o mujeres. Porque, ¿hay que cambiar el lenguaje para conseguir los objetivos de la coeducación o es mejor cambiar las mentalidades?
Algunos aducirán que hay que cambiar primero el lenguaje para así ir cambiando después el resto. No sé. No estoy tan seguro. Por ejemplo, la palabra "papa" alude al jefe de la iglesia y siempre es un ser humano masculino. A pesar de ello la palabra acaba en "a", como suelen hacerlo los femeninos en español. Podríamos cambiar "papa" por "papo" pero esto me suena raro, no sé. De hecho ya hay una palabra para "papa" en femenino, sería "papisa". Así que si hoy una mujer no puede ser papisa no es porque no exista la palabra y la distinción de género. No conseguiríamos que una mujer estuviera al frente del Vaticano antes por cambiar papa por papo y dejar papa para el femenino. Creo que hay que dejar en paz a las lenguas, que son más neutras de lo que parecen, y esforzarse por cambiar las "mentalidades".
Normalmente una no opina sobre algo hasta que no le piden que lo haga, y al hacerlo, al nombrarlo, está construyendo su opinión. Si en mi lenguaje no aparece el femenino, siento que dejo fuera de mi discurso a la mitad de la humanidad.
ResponderEliminarEn mi caso, la decisión de referirme a hombres y mujeres, o de saludar diciendo bienvenidos y bienvenidas, se debe a la decisión de destacar conscientemente la existencia de la mujer, oculta por tantos siglos, desalojada de la historia, a pesar de haber contribuido con tanta voluntad e importancia a su construcción.
Por otra parte, sí creo que los lenguajes no son del todo neutrales. O a qué se debe que me llamen señorita por ser soltera, y a un chico, no se le llama de esa manera, puesto que si se emplea la palabra señorito para ellos lo relacionamos con una dimensión socioeconómica. Si hablamos de un soltero pobre, no le llamaremos señorito, sino caballero. Llámenme entonces señora, por favor.
Buen tema en cualquier caso para el debate.
Muy interesante el blog
Gracias, Raúl
Gracias por tu comentario, Pepa
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