"–Markov no era importante –dijo ella–. Yo no soy importante. Tú no eres importante. Ganar la guerra es lo único importante.
–No –dije yo–. No estoy de acuerdo. Markov era importante. Como lo soy yo y lo eres tú. Por eso tenemos que ganar".
Las grandes ideas y las grandes causas sirven de muy poco si no amparan bajo su sombra a cada uno y a cada una de los que las defienden, incluidos los muertos. Cuando un alto mando militar, un banquero, un cargo político o un líder religioso ven a las personas como medios para conseguir un fin, como cifras para alcanzar un objetivo y unos resultados o como mártires para alcanzar un paraíso, no están entendiendo lo que es realmente importante y no merecen el más mínimo esfuerzo en su favor.
No hay lucha que merezca la pena sin memoria y no hay revolución más hermosa que la que enarbola la bandera del amor a la vida, a la vida digna. Amor que ha de incluir no sólo a los seres humanos, sino también al conjunto de seres vivos que habitan con nosotros el planeta, desde el renacuajo en su charca hasta el alerce del bosque.
No hay comentarios:
Publicar un comentario