lunes, 1 de febrero de 2010

In memóriam. Howard Zinn: Una vida más allá de las aulas...

Me entero a través del blog de Normand Baillargeon que Howard Zinn ha muerto. Hace ahora un mes que le había dedicado en este blog una entrada. Quiero ahora recomendar su hermosa autobiografía, que lleva por sugerente título Nadie es neutral en un tren en marcha. Transcibo también algunas pinceladas de su vida recogidas en el prólogo de Artistas en tiempos de guerra y otros ensayos.

"Como tantos hijos de la inmigración judía que Europa empujaba a América a fuerza de progroms, Howard Zinn creció en el Lower East Side de Nueva York, esa barriada humilde de la Gran Manzana que sus vecinos prefieren llamar 'Loisaida'.

Promediando los duros años treinta, los padres de Howard empezaron a descreer en las posibilidades equitativas de todos los que habitaban el suelo de Estados Unidos y en esa máxima que aseguraba que, si uno trabajaba duro, difícilmente no llegara a ser rico.

Pero los Zinn trabajaban duro, muy duro. Y seguían siendo tan pobres como al principio de la historia. Lo único que progresaba en el hogar era la población de cucarachas. 'Muchas cucarachas y ningún libro', suele recordar Howard, quien antes de abandonar la infancia ya se había hecho un lector compulsivo aunque tuviera que caminar varias cuadras para saciar su sed en la biblioteca pública de la esquina de Stone y Sutter.

Su pasión por la lectura había comenzado cuando encontró en la calle las primeras páginas de Tarzán y las joyas de Opar, un ejemplar roto de la recordada saga de Edgar Rice Burroughs. Y continuó en aquella biblioteca 'que era mi refugio y me abrió los ojos y la mente'. Esa apertura, no se cansa de decirlo, le llegó con los textos de Charles Dickens, Upton Sinclair, con Las uvas de la ira de Steinbeck y, muy especialmente, con Jack London, con quien se sintió identificado de entrada, además de las historias, por lo parecido de sus vidas: la pobreza desde la cuna, la cotidianidad obrera, las ideas socialistas.

Esas lecturas, a las que pronto se sumaron algunas obras de Karl Marx, explotaron en su cabeza. Y cuando la realidad lo llevó a abandonar los estudios y empezar a sacar músculos en un astillero, el muchacho de 18 años, lejos de deprimirse, se sintió a sus anchas. Se asumió como un militante sindical, social, revolucionario, comenzó a organizar gremialmente a sus compañeros, les pasaba sus libros, les hablaba de horizontes de igualdad y dignidad, les revelaba la verdadera cara de los explotadores.

Pero eran tiempos difíciles, y las ideas revolucionarias solían chocar con los arremolinados vientos de la Segunda Guerra Mundial. La voluntad de cambio muchas veces se transformaba en espíritu antifascista. En 1943, Howard se alista en la Fuerza Aérea y se convierte en cabo artillero de un bombardero que hacía sus cosas en Europa. Fue su primera y última vez en una guerra: de allí en adelante siempre se instalaría en la vereda de enfrente de todas las guerras.

Cuando regresó de la contienda tuvo -también por primera y última vez- una ayuda estatal, que le permitió, por su calidad de ex combatiente, acceder a un estudio superior. Y así fue que se puso a estudiar Historia en la Universidad de Columbia. 'No me dediqué a la historia porque quisiera ser historiador, erudito ni académico, ni porque quisiera escribir artículos en revistas, ir a conferencias ni presentar ponencias ante aburridos historiadores... Cuando empecé a estudiar historia y a pensar en ser profesor... ya sabía que no sería un profesor neutral', le diría al maoísta Raymond Lotta en noviembre de 1998.

Y no fue un profesor neutral. Su primera experiencia al frente de una cátedra fue en el Spellman College de Atlanta, Georgia, la tradicional universidad para mujeres negras, de donde las autoridades, después de siete años de trabajo (1956-1963), lo echarían por insubordinación... después de haber hecho la vista gorda ante unas cuantas actitudes de solidaridad y defensa de los derechos estudiantiles.

(...)

Después de que lo echaran, anduvo de aquí para allá, siempre inmerso en las luchas que sacudían a su país y el mudo en los años sesenta, empujando la organización sindical y estudiantil, manifestando en las calles, visitando tribunales con demasiada frecuencia, durmiendo en calabozos más de lo aconsejable. Fue uno de los referentes de las protestas contra la Guerra de Vietnam e integró el Comité Coordinador de Estudiantes No Violentos (SNCC), el famoso 'snick', una de las organizaciones más populares del movimiento antibélico estadounidense.

Por aquellos días había vuelto a la enseñanza, esta vez en la Universidad de Boston, de donde es profesor emérito. Siempre en las antípodas del modelo de docente tradicional, siempre intentando sembrar un escepticismo cuestionador entre sus alumnos, siempre contándoles otras historias, advirtiéndoles que había otra vida más allá de las aulas... y que había que salir a su encuentro".

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