viernes, 4 de abril de 2014

Neotribalismos, miedos y mentalidades blindadas

     Hace un año publiqué una entrada en este blog sobre el racismo en las escuelas. Vuelvo al tema porque estos días ha sido inevitable abordar en clase de Geografía los intentos desesperados de inmigrantes subsaharianos por llegar a España saltando la valla de Melilla. No resulta fácil para un profesor mantener la calma mientras escucha atropellados insultos y comentarios inhumanos dirigidos hacia estos inmigrantes. Un lenguaje agresivo y carente de toda reflexión pausada que no hace más que mostrar la ignorancia y el odio que nos rodea. Una ignorancia y un odio encendido por algunos dirigentes políticos y platós televisivos.
     Como apuntaba en una entrevista Zygmunt Bauman: "Somos espectadores, hasta el momento impotentes, de una oleada de sentimientos neotribales que se expande desde Copenhague hasta Roma, y desde París hasta Praga. Y estos sentimientos están magnificados y nutridos por los miedos, cada vez más profundos, y las señales de alerta que hablan del 'enemigo en la puerta' y de 'quintas columnas'. El resultado de todo ello es el surgimiento de una mentalidad de 'fortaleza asediada', que se manifiesta en la creciente y rápida popularidad de la que gozan las fronteras blindadas y las puertas firmemente atrancadas".

Fotografía de eldiario.es
     Es sumamente difícil contrarrestar desde la escuela esa mentalidad blindada y esos sentimientos neotribales. Pero no queda otra. En estos tiempos de extremada dureza, se necesita –y vuelvo a Bauman– "desarrollar, aprender y practicar el arte de vivir con extranjeros y sus diferencias de forma 'permanente' y 'cotidiana'.  Porque no olvidemos que "no importa cuán a fondo se empleen los gobiernos de los Estados para tratar de impedirlo, no es problable que los inmigrantes dejen de llamar a las puertas de los países, y asimismo es muy improbable que estas puertas se puedan mantener cerradas".

(Las citas para esta entrada en las pp. 10, 11 y 17)

 

2 comentarios:

  1. Entre otras muchas cosas, el poder impone, utiliza y explota su propio concepto de frontera. Lo hace de manera especial en los "puntos calientes" de las "lindes patrias", puntos por los que algunas personas, empujadas por el hambre y la necesidad, intentan pasar. Pero el poder se cuida muy mucho de señalar esas otras fronteras que, igual que esas, existen dentro del propio territorio, en el propio país. Fronteras que separan a ricos de pobres, a gente con empleo estable y gente en paro o en precario, a integrados y excluidos. Hay alambradas y concertinas menos patentes, o mejor disimuladas pero reales, entre la clase trabajadora y la clase dominante, entre la oligarquía y el proletariado, entre explotado y explotador. Yo me siento más cercano e identificado con los africanos y africanas que intentan desesperadamente cruzar la frontera, o con los espaldas mojadas, o con cualquiera que camine empujado por el hambre, que con cualquier persona de la clase dirigente de este o de cualquier otro país. Las fronteras están en todas partes, son ubicuas, como el dinero y la injusticia. Allá donde alguien, por poco que sea, se sitúa por encima de alguien, existe frontera. Un caballo de labranza tiene más en común con un mulo que con un caballo de carreras.

    Salud!

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  2. Buenas. ¿Cómo estar en desacuerdo con la propuesta de “practicar el arte de vivir con extranjeros (…) de forma permanente”? No he leído este libro de Bauman, pero viniendo de donde viene, asumo que no se le escapa la reflexión que a mi me ha provocado este post. Pero como Bauman no está aquí, pues lo digo yo ;-)

    Cualquiera que se haya acercado a la educación con chavales adolescentes, habrá tenido una experiencia similar a la que se explica en el post. Yo la he tenido muchas veces, en lugares y contextos distintos…pero es cierto que casi siempre he trabajado con chavales en contextos de pura y dura exclusión social y de eso he venido a hablar.

    Llevo muchos años viendo pasar chavales que conviven diariamente con la diferencia. De hecho, he tenido la suerte de presenciar grandes amistades adolescentes entre chavales muy diferentes entre si, a los que separaban muchas cosas. Y sin embargo, he sido testigo también de cómo la llegada a la edad adulta separaba a estos chavales y los sumergía en su “tribu”, por utilizar las palabras del post. ¿Por qué?, les preguntaba yo, y la respuesta es siempre “porque sí”, “porque es así”.

    Y es que ese “vivir en la diferencia” no es sólo una cuestión de buenas intenciones y voluntad de apertura (que también), sino que esta diferencia se inserta en unas condiciones sociales y económicas, lo cual por otra parte, es obvio. En el caso al que me refiero, estos chavales viven las condiciones “de extrema dureza” que alude el post.

    Yo percibo diariamente que hay una cuestión de competencia entre las clases excluidas (que somos la mayoría, por cierto) que es un factor importantísimo en el vivir o desvivir la diferencia de una u otra manera. Si tú te percibes en peligro de verte desposeído de los recursos (de acceso al trabajo, de acceso a escasas prestaciones sociales, de acceso a la educación, de acceso al espacio público), sea o no verdad, una de las consecuencias es que te atrincheres en tu comunidad para hacerte fuerte (por seguir, de nuevo, con el vocabulario empleado)…eso es lo que yo veo a menudo. Así, la pertenencia a una clase determinada influye en tu vivir.

    Por otra parte, esta reflexión me lleva también a aquello de lo que habla Owen Jones en “Chavs. La demonización de la clase obrera”. Primero, porque con la embestida que existe actualmente contra los más pobres, contra los trabajadores desde todos los ámbitos, ¿quién quiere identificarse en términos de clase con los que vienen desde Melilla, a los que se ataca con argumentos todavía peores?

    Ojo, con ello no quiero decir que las clases altas sean graciosamente tolerantes, porque es evidente que no es así. Sólo señalo que es cierto es que ellos pueden decidir con quien practican “la diferencia” del que se habla en el post.

    Tampoco digo que esos chavales, por sus condiciones sociales y económicas, estén desprovistos de capacidad de decisión sobre su convivir con quien quieran y del modo que quieran. De hecho, comparto plenamente el valor de la educación tanto formal como no formal para influir en ello, pues abre un espacio absolutamente fundamental. Un espacio en el que tenemos que poner el corazón y realizar en él un trabajo desde lo afectivo y lo emocional. Sin embargo, no podemos olvidar que también es una cuestión de empoderamiento político.


    No sé, las buenas intenciones expresadas en términos tan ambiguos como “el arte de…” y todo ese vocabulario que moviliza, me resulta un tanto vacío, alejado...y me pone pelíin nerviosilla, por si no se ha notado hasta ahora ;-)

    Salud y anarquía,

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